Grabado de «Historia Scholastica» de Petrus Comestor (Sign.: U/Bc BU 09315)

Dice Borges en su Biblioteca de Babel que el hombre es un “imperfecto bibliotecario”. Quienes trabajamos en bibliotecas tratamos de pulir esa imperfección ordenando y clasificando lo inordenable. Todo con el afán de facilitar la búsqueda y recuperación de información en océanos de papel, tinta o ceros y unos, dentro de esa “Biblioteca interminable” de la que hablaba el autor.

Interminables son también los bibliotecarios que nos han precedido, desde Calímaco, hacedor del que se supone fue el primer catálogo de la historia, (el de la Biblioteca de Alejandría), hasta Octavio Paz, que dirigió la Biblioteca Nacional de México o el mismo Borges la de Argentina.

En el ámbito más cercano, hemos de homenajear a María Moliner quien, a pesar de ser vetada por la RAE, elaboró el diccionario más completo de uso del español. Tras aprobar las oposiciones para el Cuerpo de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos, fue la primera mujer que entró a trabajar en el Archivo de Simancas. También participó en las Misiones Pedagógicas a través de la Institución Libre de Enseñanza, llevando las bibliotecas al mundo rural de la España de los años 30.

También Gloria Fuertes, denostada en vida por sus apariciones televisivas y reivindicada últimamente, estudió Biblioteconomía e Inglés en el Instituto Internacional de Madrid, donde ocupó el cargo de bibliotecaria desde 1958 hasta 1961, cuando recibió una beca Fullbright para impartir clases en la Universidad de Bucknell, Pensilvania. Según ella: «Una biblioteca es como una segunda casa para las personas que leen libros. En la biblioteca están todos los libros y puedes leerlos gratis. Dentro de una biblioteca se cura la ignorancia, los libros son para la mente como las tiritas para las heridas. Las bibliotecas son tan importantes que tendrían que estar por todas partes, como las farmacias

Más recientemente Gloria Salmerón, que dirigió la Biblioteca Nacional entre 2010 y 2013 y presidió la IFLA entre 2017 y 2019, llegó a ser galardonada por la institución con el título de integrante honoraria por sus aportes en el ámbito bibliotecario. También recibió la medalla de honor de ANABAD, la Federación española de asociaciones de archiveros, bibliotecarios, arqueólogos, museólogos y documentalistas.

Fotograma del personaje de Barbara Gordon en la serie «Batman»

No es casualidad que dos superheroínas como batgirl y catwoman fueran bibliotecarias: https://lanetaneta.com/la-spider-woman-original-olvidada-de-marvel-era-una-bibliotecaria-negra/

Y es que en realidad facilitar a los usuarios la información que necesitan es un superpoder que cambia vidas…Pura magia.

Es una misión imposible explicar a alguien poco familiarizado con el mundo bibliotecario y la información en qué consiste nuestro trabajo. Uno de los lugares comunes y broma recurrente (de complicada gracia y encaje) es decir que dedicamos la jornada laboral a leer. Puede que Marcel Proust llegara a encarnar este tópico pues, nacido en una familia acomodada, tuvo como único trabajo conocido (gracias a los contactos de su padre) el de bibliotecario en la Biblioteca Mazarina de París. Dicen que dedicaba gran parte de la jornada a hojear los libros del Cardenal Mazarino y, sin que sirva de precedente, se puede aceptar su actitud ya que el cargo era honorario y no estaba dotado de sueldo.

En el caso de esta Biblioteca hemos de recordar a Saturnino Rivera Manescau que publicó “Papeles pertenecientes al Colegio Mayor de Santa Cruz de Valladolid” y describió la sección de Incunables y Raros bajo la dirección de Alcocer en “Catálogos de la Biblioteca Universitaria y Provincial (Santa Cruz) de Valladolid”.

Biblioteca Histórica de Santa Cruz, 1865. (Archivo Municipal de Valladolid)

Mariano Alcocer Martínez dirigió la Biblioteca Universitaria desde 1917 a 1929 y reorganizó los libros de la Histórica dotándolos de un numero currens para aprovechar al máximo el siempre escaso espacio disponible. Debido al fallecimiento inesperado del director del Archivo de Simancas, desde 1922 simultaneó su cargo con la dirección interina del Archivo.

También es autor de “Historia de la Universidad de Valladolid (Valladolid, 1921-1923)”, obra dividida en 5 volúmenes y “Catálogo razonado de obras impresas en Valladolid 1481-1800”, publicado en 1926.

Umberto Eco comprendió a la perfección el oficio de bibliotecario (sin ser él nada de eso), y lo reflejó en «El nombre de la rosa» donde dice: «El libro es una criatura frágil. Sufre el paso del tiempo, el acoso de los roedores y las manos torpes, así que el bibliotecario protege los libros no sólo contra el género humano sino también contra la naturaleza, dedicando su vida a esta guerra contra las fuerzas del olvido«.

Gracias pues, a quienes encarnaron el oficio en el pasado y sigamos protegiendo la información y los libros (en cualquiera de sus formatos) contra la naturaleza, el género humano y el olvido.