El estudio de las marcas tipográficas y de impresores es una fuente constante de sorpresa y novedades, que no solo sirve para determinar orígenes, procedencias, transmisión de talleres, reutilización de maquinaria, aprovechamiento de grabados, cajas de tipos, diseños o fijar dataciones. En muchos casos, cuando se combina con el estudio simbólico y con la emblemática, se descubre también un mensaje, una narrativa, no pocas veces alegórica y siempre declarativa de proyectos, intenciones o motivos.
En la marca de Gabriel y de Nicolas Buon (entre otros), libreros impresores parisinos y de su Universidad, se repite con variaciones el motivo de un hombre barbudo, vestido a la griega o romana, que huye de una ciudad en llamas. Alrededor del hombre, otros huyen. Pero lejos del plano principal y abrumados por llevar cargas y objetos.
En la banda que rodea la escena se lee: «Omnia mea mecum porto». En la parte inferior figura el monograma del librero impresor y alrededor se traza una orla con motivos vegetales, faunos y querubines.
El grabado representa la escena histórico-legendaria de la caída y evacuación de la ciudad griega de Priene. Cuando el enemigo entraba ya a saquear la ciudad. Historia que recogen entre otros, Sátiro de Calatis , Diógenes Laercio, o Cicerón en sus Paradoxos:
“Nec non saepe laudabo sapientem illum, Biantem, ut opinor, qui numeratur in septem; cuius quom patriam Prienam cepisset hostis ceterique ita fugerent, ut multa de suis rebus asportarent, cum esset admonitus a quodam, ut idem ipse faceret, ‘Ego vero’, inquit, ‘facio; nam omnia bona mea mecum porto.’ (Cícero: Paradoxo 1, 1, 8 )
Bias de Priene, a quien se define como el más astuto entre los Siete sabios de Grecia, respondió a sus convecinos extrañados por la ausencia de equipaje en hombre de tanta riqueza. El sabio, famoso como abogado y hombre práctico, se presentó a la evacuación con su ropa de viaje e indicando que no necesitaba más.
«Omnia mea mecum porto» [todo lo mío lo llevo conmigo], expresa un ideal filosófico de rechazo a los bienes materiales. En las versiones de la marca el hombre parece llevar en su mano o proteger, justo debajo de su túnica, un rollo de pergamino, o un libro. Probablemente su obra, su pensamiento. Parecidas historias se pueden encontrar en varias versiones, tanto en el mundo grecolatino, como en el folklore de la India o incluso más hacia Oriente.
Levemente diferente o con matices, porque se sitúa en un naufragio, o después de un cataclismo, pero siempre la conclusión es la misma: todos intentan cargar con propiedades y tesoros o lamentan sus pérdidas, excepto el sabio, capaz de evaluar rápida y juiciosamente lo fundamental y por tanto capaz, mientras haya vida, de empezar una y otra vez.
Vidas y peripecias, del libro, del pensamiento, de las gentes del libro, las bibliotecas, la educación y la imprenta, en un mundo de persecuciones, censuras, exilios y guerras como continuum civilizatorio. Destrucciones de ciudades, saqueos, incendios, deportaciones, expulsiones, refugiados por cientos huyendo, con poco o lo puesto, de la masacre, de los conflictos y de la guerra.
Es difícil pensar en continuar o empezar de nuevo en escenarios de barbarie y destrucción. Nos quedamos, tantas veces, sin palabras ante la realidad. Pero en las bibliotecas sabemos que los libros son y han sido siempre un consuelo, un refugio, una esperanza.