El arte del libro y de la imprenta, en España, conocerá un momento de esplendor en la segunda parte del siglo XVIII. Bajo los designios renovadores y gustos clásicos de Carlos III, se produce una evolución autónoma en el marco del Siglo de las luces. Una orientación ilustrada, que se plasma en los talleres de la Imprenta Real, en los talleres de Antonio Sancha, Benito Monfort y en el de Joaquín Ibarra, tal vez el más representativo.
Nacido en Zaragoza un 19 o 20 de julio de 1725, Joaquín, era sobrino de Antonio Marín y hermano menor de Manuel Ibarra, probablemente maestro y discípulo, con los que se iniciaría en el oficio. Primero con su hermano, en Cervera, con el que permaneció hasta 1742; año en que se trasladó a Madrid, donde posiblemente continuase su aprendizaje en casa de su tío y hasta 1753, cuando montó su propio negocio en la calle Urosas.
En sus inicios tuvo problemas con la justicia, que se prolongaron por más de una década, y que a punto estuvieron de acabar con su carrera, a cuenta de impresiones realizadas sin las debidas licencias, derechos y tasas. Ya asentado, imprimió para la Compañía de Mercaderes de Libros desde 1758 a 1763; fue socio de ella desde 1759 y participó desde su fundación de la Real Compañía de Impresores y Libreros. En 1766 trasladó su taller a un local mejor en la calle de la Gorguera, próxima a la Puerta del Sol, la calle Carretas y la Carrera de San Jerónimo, área que reunía las mejores librerías de la capital.

La organización de este taller sirvió de modelo para la Imprenta Real y la de la Real Compañía de Impresores y Libreros del Reino. Fue impresor de Cámara de Su Majestad, del arzobispado primado de Toledo, del Ayuntamiento de Madrid, de la Real Academia Española y del Supremo Consejo de Indias. Sin embargo se le considera el gran innovador del arte de la imprenta en España, que todavía en la década de 1750, una vez perdido el dominio de las imprentas internacionales de los Pases Bajos e Italia, permanecía supeditada a los talleres locales, dominados por un estilo arcaizante, sujetos al uso y mezcla de tipografías anticuadas.
Con una de las más importantes imprentas del reino en su época (en un inventario de 1770 contaba ya con catorce prensas, y en sus últimos años alcanzaría las veinte y unos cien operarios) creó escuela – como Guttemberg – y desarrolló una filosofía completa de la imprenta. Colaboró con el editor Antonio Sancha, antes de que este estableciera imprenta propia, imprimiendo entre otras obras los primeros volúmenes del Parnaso Español. De su taller saldrían algunos de los grandes impresoras de principios del siglo XIX: Miguel de Burgos, Rafael Sánchez Aguilera y Juan José Sigüenza y Vera. Este último, en 1811, siguiendo las notas y consejos de su maestro, publicó el primer manual de tipografía española: “Mecanismo del Arte de la Imprenta”.
Aunque empleó tipografías en uso, Ibarra destacó por el reaprovechamiento de las fundiciones romanas en composiciones de gran limpieza y el equilibrio clásico en las planas, combinado con tintas de calidad y papeles cuidados que definen un estilo de impresión absolutamente neoclásico, de modelo académico. En 1931 la Casa Richard Gans, de Madrid, encargó a Carl Winkow, la apertura de unas matrices tipográficas para la conmemoración de los 50 años de la empresa, diseñados para el libro homenaje «El Maestro Ibarra». A partir de varias de esas fundiciones, se elabora la tipografía Ibarra que constituye el punto de partida de la leyenda, estudios, modelos informáticos precursores y de rediseños digitales recientes.

Cuidó la fabricación del papel, estudió los procesos para su blanqueo y satinado, fabricaba tintas excelentes por su durabilidad y brillo según fórmulas propias, perfeccionista, pasaba el día en el taller revisando los trabajos y buscando nuevas soluciones a los problemas.
Joaquín Ibarra falleció el día 13 de noviembre de 1785. Quedó como regente de la imprenta su discípulo Rafael Sánchez Aguilera. La empresa sobrevivió bajo la dirección de su viuda (Manuela Contera) y posteriormente de sus hijos (Joaquín Hilario Antonio, nacido en 1757, Joaquina Estefanía, nacida en 1758, y Manuela, 1768 ). Posteriormente, los hijos mayores se separaron de su madre y su hermana pequeña, y se asociaron al impresor Gerónimo Ortega, mientras que aquellas siguieron al frente del taller, hasta su liquidación en 1836.
Entre su producción se singularizan:
La conjuración de Catilina y la guerra de Yugurta (1772), de Cayo Salustio, U/Bc 01938




y la edición de la Real Academia Española de El Ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha (1780) de Miguel de Cervantes, de la que ya nos hemos ocupado en este blog.
Otras ediciones destacadas fueron:
La historia general de España (1779-1780), del padre Mariana,


Paleografía española (1758); U/Bc 11677 y U/Bc BU 06537
Historia de las plantas (1762) U/Bc BU 05815, U/Bc BU 05816, U/Bc BU 05817, U/Bc BU 05818, U/Bc BU 05819



Breviarium Gothicum Secundum Regulam Beatissimi Isidori (1775) U/Bc 02956
el Viaje de España, de Antonio Ponz U/Bc BU 11646 – 11655, continuada por su viuda e hijos
y los 4 tomos de la Bibliotheca Hispana Nova y Vetus (1783-1788), de Nicolás Antonio U/Bc BU 00038, U/Bc BU 00039, U/Bc BU 00040 y U/Bc BU 000 41 (los 2 volúmenes de la Nova, impresos por Ibarra como Tipógrafo Real, en 1783 y los de la Vetus, ya por sus sucesores en 1788):




Sin contar hojas volantes, bandos, avisos, etc. se calcula que el total de la producción de la Casa Ibarra serían alrededor de 2.500 impresos (Whitehead. 1980). Son hoy muy codiciados y reconocibles los libros de Ibarra, por su equilibrada estética neoclásica, por su papel de calidad, la elegancia de las planas y la tipografía, especialmente bella en las cursivas, letras largas y mayúsculas.
Con motivo de este tricentenario hemos reunido una subcolección virtual de los ejemplares impresos por la Familia Ibarra, existentes en la Biblioteca Histórica de Santa Cruz.