Hoy se inaugura en el Museo Nacional de Escultura, la exposición Tiempos modernos, que busca acercar a los visitantes un período en la historia de la cultura occidental de especial ebullición, donde las fronteras entre los diferentes reinos y territorios europeos parecían disolverse cuando se trataba del intercambio de influencias culturales en los más diversos ámbitos, desde las artes plásticas hasta el mundo de las letras o del pensamiento de la época. Un intercambio que iba más allá de las propias ideas y que también se materializaba en la circulación de obras, artistas, modelos y de una abundante literatura y tratadística de las artes.
Óleo sobre tabla y grisalla de María Magdalena, por Juan de Flandes.
En la muestra se explora de forma crítica la importación de objetos y obras de arte, la afluencia de artistas extranjeros en las Coronas de Castilla y Aragón, la formación de artistas españoles en otros ámbitos culturales europeos y, en definitiva, la generación de modelos y fórmulas artísticas nuevas, que favorecieron la implantación de un Renacimiento pleno en el arte español. Se ofrece así una panorámica transversal en la que destaca el papel del arte como elemento motivador de vínculos y relaciones humanas.
El “Liber chronicarum” de Schedel, incunable 14 de la Biblioteca Histórica de Santa Cruz, compartirá espacio con obras de, entre otros, Felipe Bigarny, Gil de Siloé, Pedro Machuca, Juan de Juni y con el retablista, escultor y maestro del Palacio de Santa Cruz Alejo de Vahía, como representación de las creaciones artísticas de una época fascinante.
Liber chronicarum de Schedel. Nuremberg, 1493
La obra expuesta es la primera edición impresa en julio de 1493 en el taller de Koberger. Las letras góticas, talladas en planchas de madera en vez de tipos móviles, son acompañadas por unas 1800 ilustraciones que lo convierten en el libro más profusamente ilustrado del siglo XV. El autor divide la historia de la Humanidad en siete edades basándose en el relato bíblico y la visión de la época. Está disponible en acceso abierto a través del repositorio documental UVaDoc: http://uvadoc.uva.es/handle/10324/17080
«Tiempos Modernos» puede visitarse del 12 de diciembre al 17 de marzo en la Sede del Palacio de Villena del Museo Nacional de Escultura de Valladolid.
Borges imaginó “que el paraíso sería algún tipo de Biblioteca”. Y quién no lo ha pensado cuando, paseando frente a una estantería, ha detenido el paso y un libro le ha abierto las puertas de campos desconocidos hasta entonces.
Grabado del ejemplar BU 10341 «Historia de la vida de Marco Tulio Cicerón«
Por otra parte Cicerón dijo: “Si hortum in bibliotheca habes, nihil deerit” (M. T. Cicero Epistolarum familiarium liber. Nonus M.T.C Varroni S.D. [4]). La traducción que ha llegado a nuestros días es «Si tienes un jardín y una biblioteca, tienes todo lo que necesitas».
Los tiempos cambian y con ellos las tecnologías, pero la materia prima de la biblioteca continúa siendo la misma: ideas traducidas en palabras manuscritas o impresas sobre papel o transmitidas electrónicamente a través de ceros y unos.
De forma física o digital, en la Universidad las bibliotecas sirven a los objetivos de docencia, enseñanza, investigación, creación de nuevo conocimiento y transmisión del mismo. Thompson y Carr utilizaban la metáfora del corazón como órgano central que alimenta y da oxígeno a todos los miembros de un cuerpo.
A través del catálogo Almena de la BUVa, sin salir de casa, podemos acceder a una amplia colección de libros, revistas electrónicas y bases de datos que han sido seleccionadas aplicando criterios de calidad, materia, especificidad y, desgraciadamente, precio.
Marca de impresor utilizada por Jean Boudot y Étienne Martin. Ejemplar U/Bc BU 06919.
La escritora y periodista Caitlin Moran dice que«Una biblioteca en medio de una comunidad es un cruce entre una salida de emergencia, una balsa salvavidas y un festival. Son catedrales de la mente; hospitales del alma; parques temáticos de la imaginación. En una isla fría y lluviosa, son los únicos espacios públicos protegidos donde no eres un consumidor, sino un ciudadano»
Y es que las bibliotecas como lugar, como continentes de ideas, son también garantes de un espacio de paz, silencio y quietud para la reflexión. Esto no es un tema menor en una época en que las aplicaciones de móvil y las plataformas de streaming compiten por captar nuestra atención.
El ritual de atravesar una puerta que da acceso a un espacio de silencio y paz favorece la puesta en situación, la ruptura con la dispersión mental y la concentración para una mejor reflexión. Esto hace que las bibliotecas sigan siendo necesarias, continente y contenido, en un mundo cada vez más saturado de ruido y, lo que es lo mismo, exceso de información.
Sala de investigadores de la Biblioteca Histórica de Santa Cruz
Cuenta la leyenda que Ray Bradbury, el autor de Fahrenheit 451, escribió en una papeleta de préstamo la frase: «Sin bibliotecas, ¿que nos quedaría? No tendríamos pasado ni futuro.» Esa es también parte de la trama de “1984” de George Orwell, donde relata que la caza y destrucción de libros se había llevado a cabo de forma tan efectiva que “era casi imposible que existiera en toda Oceanía un ejemplar de un libro impreso antes de 1960”. En esta distopía se establecían listas de libros y periódicos que debían ser “repasados” de manera que los originales se destruían en hornos y solo se guardaban los corregidos.
Pues bien, otra de las misiones de las bibliotecas es precisamente conservar la información en sus diferentes soportes y presentaciones para que generaciones futuras puedan disfrutar de ella y recrear tiempos pretéritos (y futuros).
Ayer se inauguró en la sede de las Cortes de Castilla y León la exposición «El fuego de la conciencia. 25 años de El Hereje de Delibes».
Con el objetivo de conmemorar el veinticinco aniversario de la publicación de «El Hereje», última obra de Miguel Delibes, la Fundación Castilla y León y la Fundación Miguel Delibes organizan esta muestra para destacar la importancia de la novela como defensa de la libertad de conciencia, el conocimiento y la lectura.
La exposición se estructura en torno a una perspectiva histórica sobre el reino de Castilla en el siglo XVI y, adicionalmente, hace una reflexión sobre la influencia del pensamiento de Lutero y Erasmo de Rotterdam en la transformación de la sociedad europea.
En la muestra confluyen más de 100 piezas (documentos, libros, mapas, esculturas, obras artísticas y objetos de época) de un total de 40 instituciones como el Museo de Escultura, el Museo Arqueológico Nacional o el Museo del Prado. Puede visitarse hasta el 17 de febrero de 2024 en horario de 11 a 19 horas.
Dice Borges en su Biblioteca de Babel que el hombre es un “imperfecto bibliotecario”. Quienes trabajamos en bibliotecas tratamos de pulir esa imperfección ordenando y clasificando lo inordenable. Todo con el afán de facilitar la búsqueda y recuperación de información en océanos de papel, tinta o ceros y unos, dentro de esa “Biblioteca interminable” de la que hablaba el autor.
Interminables son también los bibliotecarios que nos han precedido, desde Calímaco, hacedor del que se supone fue el primer catálogo de la historia, (el de la Biblioteca de Alejandría), hasta Octavio Paz, que dirigió la Biblioteca Nacional de México o el mismo Borges la de Argentina.
En el ámbito más cercano, hemos de homenajear a María Moliner quien, a pesar de ser vetada por la RAE, elaboró el diccionario más completo de uso del español. Tras aprobar las oposiciones para el Cuerpo de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos, fue la primera mujer que entró a trabajar en el Archivo de Simancas. También participó en las Misiones Pedagógicas a través de la Institución Libre de Enseñanza, llevando las bibliotecas al mundo rural de la España de los años 30.
También Gloria Fuertes, denostada en vida por sus apariciones televisivas y reivindicada últimamente, estudió Biblioteconomía e Inglés en el Instituto Internacional de Madrid, donde ocupó el cargo de bibliotecaria desde 1958 hasta 1961, cuando recibió una beca Fullbright para impartir clases en la Universidad de Bucknell, Pensilvania. Según ella: «Una biblioteca es como una segunda casa para las personas que leen libros. En la biblioteca están todos los libros y puedes leerlos gratis. Dentro de una biblioteca se cura la ignorancia, los libros son para la mente como las tiritas para las heridas. Las bibliotecas son tan importantes que tendrían que estar por todas partes, como las farmacias.»
Más recientemente Gloria Salmerón, que dirigió la Biblioteca Nacional entre 2010 y 2013 y presidió la IFLA entre 2017 y 2019, llegó a ser galardonada por la institución con el título de integrante honoraria por sus aportes en el ámbito bibliotecario. También recibió la medalla de honor de ANABAD, la Federación española de asociaciones de archiveros, bibliotecarios, arqueólogos, museólogos y documentalistas.
Fotograma del personaje de Barbara Gordon en la serie «Batman»
Y es que en realidad facilitar a los usuarios la información que necesitan es un superpoder que cambia vidas…Pura magia.
Es una misión imposible explicar a alguien poco familiarizado con el mundo bibliotecario y la información en qué consiste nuestro trabajo. Uno de los lugares comunes y broma recurrente (de complicada gracia y encaje) es decir que dedicamos la jornada laboral a leer. Puede que Marcel Proust llegara a encarnar este tópico pues, nacido en una familia acomodada, tuvo como único trabajo conocido (gracias a los contactos de su padre) el de bibliotecario en la Biblioteca Mazarina de París. Dicen que dedicaba gran parte de la jornada a hojear los libros del Cardenal Mazarino y, sin que sirva de precedente, se puede aceptar su actitud ya que el cargo era honorario y no estaba dotado de sueldo.
En el caso de esta Biblioteca hemos de recordar a Saturnino Rivera Manescau que publicó “Papeles pertenecientes al Colegio Mayor de Santa Cruz de Valladolid” y describió la sección de Incunables y Raros bajo la dirección de Alcocer en “Catálogos de la Biblioteca Universitaria y Provincial (Santa Cruz) de Valladolid”.
Biblioteca Histórica de Santa Cruz, 1865. (Archivo Municipal de Valladolid)
Mariano Alcocer Martínez dirigió la Biblioteca Universitaria desde 1917 a 1929 y reorganizó los libros de la Histórica dotándolos de un numero currens para aprovechar al máximo el siempre escaso espacio disponible. Debido al fallecimiento inesperado del director del Archivo de Simancas, desde 1922 simultaneó su cargo con la dirección interina del Archivo.
También es autor de “Historia de la Universidad de Valladolid (Valladolid, 1921-1923)”, obra dividida en 5 volúmenes y “Catálogo razonado de obras impresas en Valladolid 1481-1800”, publicado en 1926.
Umberto Eco comprendió a la perfección el oficio de bibliotecario (sin ser él nada de eso), y lo reflejó en «El nombre de la rosa» donde dice: «El libro es una criatura frágil. Sufre el paso del tiempo, el acoso de los roedores y las manos torpes, así que el bibliotecario protege los libros no sólo contra el género humano sino también contra la naturaleza, dedicando su vida a esta guerra contra las fuerzas del olvido«.
Gracias pues, a quienes encarnaron el oficio en el pasado y sigamos protegiendo la información y los libros (en cualquiera de sus formatos) contra la naturaleza, el género humano y el olvido.
Pocos animales tienen tanta carga simbólica como la serpiente. Para los egipcios era sinónimo de poder, en la tradición cristiana representa el pecado pero también se relaciona con el renacer por el cambio de piel, la curación y la sabiduría.
El Génesis describe la serpiente como “el más astuto de todos los animales salvajes que Dios había creado” para contar a continuación cómo instigó a Eva para que comiera del árbol prohibido.
En «Mundus symbolicus«, el abad milanés Filippo Picinelli reúne las leyendas y símbolos de la tradición oral y literaria. En él encontramos este grabado del «pecado original», donde también aparece la serpiente enroscada en el árbol del conocimiento.
También en el Beato de Valcavado la serpiente aparece representada junto a Adán y Eva en el Jardín del Edén, en posición vertical hablándole a Eva al oído.
Es habitual ver serpientes en las marcas de impresores. Sirvan como ejemplo:
Marca de impresor de Jean Crespin donde aparece una mujer con cuerpo de serpiente
Marca de impresor de Michel Sonnius
Marca de impresor de Vincenzo Valgrisi
Por otra parte el ouroboros, del griego «ουροβóρος» («oura»: cola y «boros»: comer) es un símbolo que representa a una serpiente mordiéndose la cola y que han utilizado prácticamente todas las civilizaciones antiguas. Sin entrar en leyendas, su figura significa un ciclo de evolución, la constante destrucción y regeneración de la naturaleza. Cada cultura lo adaptó a su manera, pues mientras que para los vikingos representaba a un dios, para los egipcios era símbolo del caos y el orden y la renovación que surge de él. También los alquimistas lo adoptaron como representación de la naturaleza circular de sus obras.
Podemos encontrar un grabado de esa figura circular, en este caso formada por dos serpientes, en el «Vlyssis Aldronandi patricii Bononiensis Monstrorum Historia«, donde el científico y naturalista Ulisse Androvandi describe diferentes monstruos representados en xilografías.
Nuestro manuscrito MS 053 reúne un buen número de órdenes, instrucciones y patentes relativos a la organización militar del reinado de Carlos I principalmente y de su sucesor Felipe II.
Carlos V heredó el sistema militar de los Reyes Católicos: el ejército permanente peninsular estaba compuesto principalmente por las Guardias de Castilla y la Infantería de Ordenanza, mientras que el de Italia se basaba en las Coronelías. La Ordenanza de Génova de 15 de noviembre de 1536 es el principio de la organización formal de los Tercios del Ejercito de los Austria. Esta ordenanza vino a regular el dispositivo militar de la corona en Italia, dividiendo las fuerzas reales en tres tercios: un tercio en Nápoles y Sicilia, otro en Lombardía y el tercero, llamado de Málaga, en Niza. El primer tercio acabaría desdoblado: uno estacionado en Nápoles y el otro en Sicilia. Estos fueron los tercios que serían conocidos como los tercios viejos.
Los tercios, junto con la Armada, fueron el instrumento principal de la política exterior militar de la corona, (solo intervinieron en la península para sofocar la rebelión de las Alpujarras o en la conquista de Portugal). Los Tercios nuevos serán formados para combatir a lo largo y ancho de Europa y el Mediterráneo junto con los viejos e incluían soldados españoles, italianos, valones y alemanes; en el siglo XVII se formaron también tercios suizos e irlandeses.
Sobre la creación y organización de este ejército imperial conservamos en nuestra biblioteca una obra de gran interés: “Relaçion de la manera que se tiene en pagar la Gente de Guerra del ex[erci]to del enperador nuestro señor y los sueldos que cada naçion lleva y los ministros della y titulos que se les dan en Alemania, flandes y ytalia a) Alemania y flandes. Carrolus … (fol. 1) … dinero de mas (fol. 169)”. U/Bc MS 053.
Batalla de Pavía (1525) de Bernard van Orley (circa 1492–1542) (Tapiz, lana, seda, plata y oro.) (Wiki)
En el Manuscrito MSS 300 (ant. Sig. Códice E.136) de la Biblioteca Nacional, junto con la Ordenanza de Génova antes referida, se recogen órdenes, instrucciones y patentes que constituyen un documento único para la historia militar de España. Igualmente, nuestro manuscrito MS 053 reúne un buen número de escritos fechados entre 1536 y 1559, que corresponden al reinado de Carlos I principalmente y de su sucesor Felipe II, en los que se dispone el pago de las tropas de Alemania, Flandes e Italia.
Contiene, además, títulos de nombramientos, de organización, de alojamiento de oficiales y tropa, de suministros y de pagos tanto de la infantería como de la caballería y la artillería. En conjunto son fuente importantísima para el conocimiento de la organización territorial, jerárquica y numérica de los primeros cuerpos profesionales que compusieron el Ejercito Imperial.
Post fata resurgo. Marca de impresor de Giovanni Manfré. Signatura: U/Bc BU 02882
Tras más de un año de cierre, por fin llegan a término los trabajos de mantenimiento en la Biblioteca Histórica. Y es que para conservar el contenido (los libros), hay que ocuparse también del continente. En ello hemos invertido todo este año, previa protección de los libros para resguardarlos de cualquier daño colateral. Tanto es así que, una vez salvaguardados los ejemplares y los cuerpos de la Librería Antigua (Alonso de Manzano, 1705), el espacio cobró otras dimensiones:
Tanto los libros como los espacios que los contienen son elementos vivos expuestos a todo tipo de avatares que pueden provocarles daños. Mediante las labores de mantenimiento se han adaptado los sistemas de iluminación y antiincendios del espacio (continente) a las exigencias actuales. Una de las misiones fundamentales como trabajadores de la Biblioteca Histórica es conservar el Patrimonio (contenido) para que puedan disfrutarlo futuras generaciones. Para ello, tan importante es prevenir posibles daños derivados de agentes externos, como asegurarnos de que las buenas intenciones se traducen en buenas prácticas.
Comparativa del antes y el después de los trabajos de pintura, iluminación, restauración y limpieza de los elementos de la estantería.
Con motivo de la reapertura, cobra materialidad la exposición virtual de Libros Malheridos, https://biblioguias.uva.es/Biblioteca_Historica/Libros_Malheridos que se preparó con motivo de las III Jornadas de Gestión de Patrimonio Bibliográfico (Valencia, 2022), organizadas por el Grupo de Patrimonio Bibliográfico de REBIUN del que formamos parte.
Páginas emborronadas utilizadas para «hacer cuentas» y garabatos
Gelio, Aulo. Auli Gellii luculentissimi scriptoris Noctes Atticae. Lugduni: apud Seb. Gryphium, 1555. Signatura: U/Bc BU 06291
Hoja de guarda perteneciente al incunable 340, reaprovechada de un manuscrito, con letra capital mutilada
Albertus de Saxonia. Questio[n]es et decisio[n]es physicales insignium virorum : Alberti de Saxonia in Octo libros physicorum… Parisiis: vaenundantur in aedibus Iodoci Badii Ascensii & Conradi Resch, 1518.- [6], CCXIV, LX, [6] h.; 4º. Signatura: U/Bc IyR 340
Briasson, Antoine-Claude, Michel-Etiènne David, and André-François Le Breton. Recueil de planches, sur les sciences, les arts libéraux, et les arts méchaniques, avec leur explication : sixieme volume … A Paris: : chez Briasson …, David … Le Breton …, 1768. Signatura: U/Bc 12809
Luis Seoane, editor ilustrador, diseñador de capas, creador de marcas de colecciones, entendió el libro en la tradición de los grandes impresores clásicos como un objeto total en el que continente y contenido se conjugan en equilibrio. En el prólogo a su Segundo libro de tapas* dejó escrito:
Albert Skira, creador de libros de arte, de aquella espléndida revista que se llamó «Minotaure», aseguró, en el catálogo que conmemoraba sus veinte años de editor, que un bello libro no es obra de una sola persona, sino el fruto del esfuerzo de todos aquellos que trabajan en su elaboración. Son varios los artesanos que intervienen en la elaboración del libro y el esfuerzo es siempre de carácter colectivo. Cada libro tiene una historia, independiente del autor y del tema que trata. Una historia referida a su edición. Aquel libro que nació rico, que produjo seguramente un déficit en la contabilidad de la editorial, ahí está en una librería de última categoría, vendiéndose en lote con otros más modestos que corrieron igual suerte. «Tres libros por diez pesos» reza el cartel, sin importar nombre de autor, título o tema. El libro, aún en estas condiciones, mantiene su secreto interior, su historia oculta y una especie de dignidad que lo semeja en esas librerías, donde se vende en promiscuidad con discos y otros objetos, a la de aquellos hidalgos venidos a menos que ostentan en el traje gastado la traza de las repetidas limpiezas de las tintoreras y que viven una segunda vida en la Corte de los Milagros de cualquier ciudad. El traje del libro, su tapa, o la sobrecubierta si aún la conserva, ostenta también señales parecidas de gomas de borrar.
La Calle Corrientes de Buenos Aires es el Barrio Chino, el Mangue, o el viejo Paseo Colón de muchos libros que esperan su rescate. Cada uno de ellos tiene, independientemente de la historia de su creación y de su actual desamparo, su crónica gráfica tan digna de ser relatada en algunos casos, como del «Florilége des amours de Roward» que ilustró con espléndidas litografías Matisse y, en oportunidades, mucho más pintoresca.
Entre todas las personas que intervienen en la confección del libro, el que le imprime carácter definitivo es el maquetista, el artista gráfico, autor de su arquitectura y decoración.
El texto sigue, y nos cuenta su periplo como diseñador de libros en el contexto de ilusión y renovación que le tocó vivir entre el decó, vanguardia y expresionismo en la España republicana y el exilio en ese paraíso del libro que fue la Argentina de los años 40-50 del siglo XX. Pero hoy lo que nos importa es el formato. Pues si “el estilo es el hombre” como nos recordaría Victor Klemperer en su formidable LTI * el libro finalmente impreso, también es el texto.
Th. W. Adorno* lo explica elocuentemente en sus no poco erasmistas “Chifladuras bibliográficas”:
De que la forma exterior de lo impreso tiene su propia fuerza constituye un indicio el hecho de que autores de la máxima experiencia como Balzac y Karl Kraus se sintieran compelidos a hacer cambios profundos en las galeradas, hasta en la composición definitiva, e incluso a reescribir enteramente lo ya impreso. La culpa de ello no la tiene ni una negligencia en el manuscrito previo ni un perfeccionismo nimio. Sino que sólo en las letras impresas asumen los textos, realmente o en apariencia, esa objetividad que los hace desprenderse definitivamente de sus autores, y esto a su vez permite a éstos contemplarlos con una mirada ajena y descubrir defectos que se les ocultaban mientras todavía estaban a su tarea y sentían que los controlaban en lugar de reconocer hasta qué punto la calidad de un texto se manifiesta precisamente en el hecho de que es él el que controla al autor. Así por ejemplo, las proporciones entre las longitudes de trozos aislados, de un prólogo con lo que le sigue no son verdaderamente controlables antes de su impresión; los manuscritos mecanografiados, que consumen más páginas, confunden al autor haciéndole ver como muy alejado lo que está tan próximo que es una grosera repetición; en general tienden a dislocar las proporciones en favor de la comodidad del autor. Para quien es capaz de autorreflexión la impresión se convierte en una crítica de lo escrito: abre una vía del exterior al interior. A los editores habría por tanto que recomendarles indulgencia con las correcciones de los autores.
Como destacó Raúl Mario Rosarivo*, diseñador, tipógrafo, poeta, pintor, ilustrador, investigador y estudioso de la proporción aurea en la Biblia de Gutenberg y los libros renacentistas, la mancha tipográfica no es aleatoria. El oficio de impresor conoce unas pautas que fueron mejoradas durante siglos. Que fueron dotando de legibilidad al texto y que permiten leer con comodidad y jerarquizar la información. Todo lo que hoy bien hemos reaprendido acostumbrándonos al uso y versatilidad de los procesadores de texto.
Los tamaños apropiados a los géneros y disciplinas, la forma de los títulos, autorías, índices, la adecuación de la retícula, las proporciones, distribución y su diseño, los márgenes, las divisiones en partes, capítulos, el parágrafo, la puntuación y la nota (bien marginalia, bien a pie de página, a final de capítulo o de libro) se han ido desarrollando en paralelo, conformando también la lectura; la adecuación a ella y en ella del pensamiento académico y científico; como necesidad para presentar con claridad el contenido y las aportaciones.
La historia de la imprenta, la evolución de la mancha y posibilidades de caja, es a su vez la historia de lo que entendemos por escritura y por lectura. La de la literatura. Y más aún, es la historia de la construcción del estilo académico y científico. Pocos espacios habrá como las bibliotecas universitarias de fondo histórico donde se pueda percibir en un fácil recorrido cronológico por sus fondos esta evolución.
Gozen, pues, los lectores de
nuestros días y los que vinieren,
de bien tamaño como es
el arte de la emprenta,
y de los libros,
en su día.
*
Referencias:
* Seoane, Luís. (1957) “Breve crónica en relación conmigo y las artes gráficas”, en Segundo libro de tapas .- Buenos Aires: Bonino.
* Klemperer,Victor. (2014) LTI La Lengua del tercer Reich : Apuntes de un Filólogo .- Barcelona : Minúscula.
* Adorno, Th. W. (2003) “Chifladuras Bibliográficas” en Notas sobre literatura : Obra completa, 11 .- Madrid: AKAL.
* Rosarivo, Raul M. (1964) Historia general del libro impreso.- Buenos Aires: Ediciones Áureas.
* Diez, Manuel (1499) “Elogio del Arte de la imprenta”en Libro de albeytaria .- Zaragoza : Imp. De Jorge Coci, Leonardo Hutz y Lope Appentegger.
Desde el pasado 16 de marzo y hasta el 27 de agosto, se puede visitar en la Biblioteca Nacional la exposición «Beato de Liébana. La fortuna del Códice de Fernando I y Sancha».
Coincidiendo con el año lebaniego se expone el manuscrito, un facsímil que el visitante puede hojear libremente y diversos ejemplares que repasan la historia del manuscrito. Además, la copia digital del original está disponible en acceso abierto en la Biblioteca Digital Hispánica.
El resto de obras expuestas reconstruyen el periplo que sufrió el ejemplar desde su elaboración en un scriptorium regio leonés para el monasterio San Juan Bautista de León (actual San Isidoro de León) hasta su llegada a la Biblioteca Nacional. En León lo encontró Ambrosio de Morales cuando, por encargo de Felipe II, realizó su viaje de estudio por los reinos de León, Galicia y Asturias. Coincidió que habían llevado allí el de Valcavado (conservado en la Biblioteca Histórica de la Universidad de Valladolid) «para cotejarlo con estotro de S. Isidoro, y assi io lo vi«. Se presume que fue entonces cuando las tablas genealógicas que le faltan al de Valcavado se incorporaron al de Fernando I y Sancha.
Manuscrito expuesto: «Relaciones del viaje que Ambrosio de Morales, cronista de Su Magestad […]»
El acceso a la educación en su época estaba reservado a los hombres, pero Juana destacó desde niña por su afán de conocimiento. Gracias a que pasó a formar parte de la Corte y más tarde se ordenó monja (según Octavio Paz «para poder pensar»), consiguió dedicarse al estudio y la escritura.
Sus textos no eran precisamente místicos, más bien todo lo contrario. Por ello fue acusada constantemente de «profana». Tanto es así que recibió llamadas de atención por parte del obispo de Puebla, a las que ella contestó con «La Respuesta a sor Filotea de la Cruz», toda una defensa del derecho de las mujeres a la educación.
Recibió el apodo de «décima musa» por la calidad de su escritura. Fue tan prolífica que abarcó (entre otros géneros) romances, loas, sonetos, redondillas, comedias teatrales, autos sacramentales, textos argumentativos y villancicos.
En la redondilla «Hombres necios que acusáis» denunciaba (en el siglo XVII) el trato desigual y la doble moral con que se trata a hombres y mujeres en la sociedad.
Hombres necios que acusáis a la mujer sin razón sin ver que sois la ocasión de lo mismo que culpáis:
si con ansia sin igual solicitáis su desdén ¿por qué queréis que obren bien si las incitáis al mal?
Combatís su resistencia y luego, con gravedad, decís que fue liviandad lo que hizo la diligencia.
Parecer quiere el denuedo de vuestro parecer loco al niño que pone el coco y luego le tiene miedo […]