Sobre las manos

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El pulgar oponible necesitó de 2 millones de años de evolución para diferenciarnos de otros primates gracias a la articulación carpometacarpiana. La liberación manual permitió entonces al homo habilis el desarrollo de herramientas y de un lenguaje más rico gracias a una mayor gestualidad. Por eso sería una pena reducirlo a scrollear hasta el infinito, como nos proponen muchas de las aplicaciones más exitosas de nuestros móviles.

Prodigio de la evolución humana, herramienta de carne y hueso, útiles capaces de fabricar otras herramientas (Arsuaga y Drexler dixerunt), arte-factos de los dioses, protagonistas del sentido más olvidado, las manos procesan mucha más información de la que somos conscientes. Según Kant “La mano es la ventana de la mente”.

Los egipcios establecieron la mano como unidad de medida corporal. El cuerpo perfecto medía 18 veces su propio puño: dos la cabeza, diez desde hombros a rodilla y seis para las piernas. Todas las culturas la utilizan en diferentes reglas mnemotécnicas, como la que representa este grabado de la Cronología de Rodrigo Zamorano para recordar las “fiestas movibles” del calendario romano.

Grabado del ejemplar U/Bc 08015

El fisiólogo Charles Bell decía que “la mano humana es la consumación de la perfección instrumental”. Las manos son necesarias para la manipulación del utillaje más prosaico, pero también de casi cualquier instrumento musical, constituyendo en sí mismas un instrumento de percusión y de acompañamiento para marcar ritmos.

Kircher recoge en su Musurgia vniversalis un grabado sobre la correspondencia de las distintas partes de la mano con las notas musicales.

Grabado de «Musurgia vniversalis» de Kircher (U/Bc 05725)

El Proyecto Handpas, dotado con Fondos Europeos, documentó y difundió las representaciones de manos paleolíticas en Europa, una de las primeras manifestaciones artísticas propias del género humano. Como resultado elaboraron un documental que se puede ver online: https://vimeo.com/195997658. Hipólito Collado, uno de los arqueólogos responsables del proyecto decía: «Cada vez que veo una mano entiendo que me saluda. Y que quien la plasmó quería comunicarse con la eternidad».

En los manuscritos y códices bajomedievales se solían utilizar las llamadas manecillas para señalar las partes más importantes de los textos y podían aparecer decoradas con motivos vegetales y/o animales. Los entornos digitales también nos permiten hacer uso de este símbolo incluso recurriendo al código ASCII.

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Mano en código ASCII

En «L’ homme de René Descartes» (Paris, 1729) encontramos este grabado que señala el nervio que llevaría al cerebro la sensación de calor y el dolor de la mano acercándose al fuego.

Grabado del ejemplar L’ homme de René Descartes (U/Bc BU 02960)

Y si, como sabemos, «Le style c’est l’homme», el trabajo manual, la artesanía, el arte, son las manos. Uno de los trabajos artesanales más complicados es precisamente que la propia mano se reproduzca a sí misma en un ejercicio de metacreación. Algunos ejemplos pudimos verlos en la última exposición del Museo de Escultura, «Tiempos Modernos». Este es por ahora unos de los retos de la Inteligencia Artificial, pues aplicaciones generadoras de imágenes como DALL.E, aún no consiguen reproducir esta extremidad de forma realista y precisamente esos amasijos de dedos constituyen la pista definitiva para descubrir imágenes artificiales.

Algunos nombres propios…

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Grabado del ejemplar U/Bc BU 01912

De mujeres que fueron y abrieron camino cuando tenían todo en contra, en distintas épocas y contextos sociales y económicos:

Henriette Regina Davidson Avram: La programadora que en los años 60 desarrolló el sistema de catalogación MARC (MAchine-Readable Cataloging) para la Biblioteca del Congreso de EEUU, lo que cambió para siempre la gestión bibliotecaria.

María Moliner, bibliotecaria de profesión que, a pesar de escribir el diccionario “más completo, útil, acucioso y divertido” (García Márquez dixit) o quizás precisamente por eso, nunca se sentó en un sillón de la RAE.

Louisa May Alcott, la autora de “Mujercitas” que plasmó en su obra un modelo de empoderamiento poco accesible y representado por entonces, rechazando los estándares que se consideraban propios de un género. Porque la ficción también ayuda a construir realidades o, al menos, a representarlas.

Carla Diane Hayden, que en 2016 consiguió ser la primera bibliotecaria de carrera en dirigir la Library of Congress de Washington. El hecho de ser afroamericana la convierte también en una pionera que nos ha regalado frases como “la biblioteca es un lugar en el que vas a encontrar respuestas para cualquier problema”.

Anne-Louise Germaine Necker, que escribió libros de viaje en el siglo XVIII y Napoleón la consideraba una enemiga de tal calibre que tuvo que exiliarse más de una vez. Siempre manifestó que negar a las mujeres el acceso a la esfera pública iba contra los derechos humanos.

Malala, activista pakistaní que en su discurso de inauguración de la Biblioteca de Birmingham dijo: “La educación no es oriental u occidental. La educación es la educación y es el derecho de todos los seres humanos”

Continuemos el camino iniciado y, sobre todo no retrocedamos, porque como dijo Simone de Beauvoir: “No olvidéis jamás que bastará una crisis política, económica o religiosa para que los derechos de las mujeres vuelvan a ser cuestionados. Estos derechos nunca se dan por adquiridos, debéis permanecer vigilantes toda vuestra vida”.

El Quixote de la Real Academia impreso por Ibarra (1780) en UVaDoc

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Desocupada lectora… hemos subido, en acceso abierto, al Repositorio UVaDoc, los 4 tomos de «El ingenioso Hidalgo Don Quixote de la Mancha. Compuesto por Miguel de Cervantes Saavedra. Nueva Edición corregida por la Real Academia Española. En Madrid, por Don Joaquin Ibarra, Impresor de Cámara de S.M. y de la Real Academia, MDCCLXXX .- 4º Mayor.

La edición de la Real Academia Española de 1780, impresa en el taller de Joaquín Ibarra y Marín se considera uno de los libros más bellamente impresos y una de las cumbres del arte tipográfico español del Siglo de las luces.

Los ejemplares digitalizados pertenecieron a la Biblioteca del Duque de Osuna y presentan una encuadernación Romántica.

Joaquín Ibarra y Marín (Zaragoza, 20 de julio de 1725-Madrid, 13 de noviembre de 1785), fue un impresor que desarrolló técnicas innovadoras y que experimentó con tintas, tipos y calidades de papel que confirieron a las obras salidas de sus talleres una excelencia y reputación que lo han convertido en una figura a la altura de los grandes impresores de todos los tiempos, y en el influyente divulgador de varios tipos de letra de suma elegancia.

Frontis en Tomo I y II. Parte Primera

Empleó tipografías en uso, destacando los juegos de Gerónimo Gil, los de la Fundición de Rangel (imitación o adaptación de los Garamond), los de Eudald Pradell, unos Caslon, y la cursiva del Salustio, de Espinosa de los Monteros. Ibarra destacó por el reaprovechamiento de estas fundiciones en composiciones de gran limpieza y por el equilibrio clásico en las planas, combinado con tintas de calidad y papeles cuidados que definen un estilo de impresión absolutamente neoclásico, de modelo académico. En 1931 la Casa Richard Gans, de Madrid, encargó a Carl Winkow, la apertura de unas matrices tipográficas para la conmemoración de los 50 años de la empresa, diseñados para el libro homenaje «El Maestro Joaquín Ibarra». A partir de varias de esas fundiciones, se elabora la tipografía Ibarra que constituye el punto de partida de la leyenda, estudios, modelos informáticos precursores y de rediseños digitales recientes.

Frontis Tomos III y IV. Parte segunda

Entre las más importantes obras que salieron de su taller se destacan La Conjuración de Catilina y la guerra de Yugurta, de Salustio (1772) y esta edición del Don Quixote de la Mancha impresa por encargo de la Real Academia Española (1780).

La obra, con patrocinio Real y edición de la Real Academia Española, fue un punto de inflexión en la consagración de la novela de Cervantes como texto capital y de la construcción intelectual que situaría el texto como libro modelo (ocupando el papel de la Biblia) en el centro del canon romántico de la Literatura española. Destaca, tanto por la calidad de la impresión y solemnidad de la edición como por los estudios e ilustraciones que acompañan al texto, realizadas por miembros de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando.

Para el texto sirvió de modelo la edición que se tenía como primera, la de Juan de la Cuesta, de 1605, completada con la de 1608, y a la de 1615 del mismo De la Cuesta; y la de 1616 de Pedro Patricio Mey, de Valencia, para la segunda parte.

Iluminan estas páginas treinta y una estampas basadas en los más conocidos episodios de la novela, un retrato de Cervantes, dos frontispicios (que se repiten dos veces) y el mapa. Se completa con las cabeceras, remates y letras capitulares. Las láminas fueron dibujadas por Antonio Carnicero, José del Castillo, Pedro Antonio Arnal, Bernardo Barranco, José Brunete, Jerónimo A. Gil y Gregorio Ferro, y los grabadores: Fernando Selma, Manuel Salvador Carmona, Juan de la Cruz, Francisco Muntaner, Joaquín Fabregat, Joaquín Ballester, Pedro Pascual Moles, Juan Barcelón y Jerónimo A. Gil.

Las viñetas las realizaron Carnicero, R. Jimeno y Cuesta que grabaron Juan Minguet, Simón Brieva, M. Brandi, J. Palomino y J. Cruz. El retrato de Cervantes es obra de Manuel Salvador Carmona. El mapa, elaborado por Tomás López, geógrafo del rey, contiene los periplos de las salidas del caballero. Las planchas en cobre, se conservaron en la Real Academia española.

Sus ilustraciones, la tinta, el papel y detalles se crearon para esta edición. Se tiraron 1.600 ejemplares al precio de 320 reales. Se realizó con 4 juegos de tipos fundidos por Jerónimo Antonio Gil para la imprenta de la Biblioteca Real, que los prestó a la Academia para esta edición. La tipografía combina la letra romana con la cursiva: el cuerpo de la obra va en redonda, mientras que los epígrafes y poesías lo hacen en itálica.

El papel lo fabrica el catalán José Florens, y la tinta, fórmula propia del impresor, que es muy negra, sobresale por su claridad, igualdad y por su esmerada imposición, y se conserva, pasados los siglos, en un estado extraordinario.

La Academia dió [a Ibarra] ocasión y medios para elevar a la tipografía española el más excelso monumento que hasta entonces habían visto los nacidos: esa edición soberana del QUIXOTE, que forma hoy uno de los más exquisitos ornamentos en toda buena biblioteca.

El origen de esta edición fué que, habiendo leído Don Vicente de los Ríos, en varias Juntas de la Academia, un juicio de Cervantes y elogio de sus obras, se acordó, a propuesta del Secretario Don Francisco Antonio de Angulo, «hacer una edición correcta y magnífica de DON QUIXOTE; en papel marquilla y en tomos en cuarto, con láminas originales, inventadas y dibujadas con la mayor propiedad, «abiertas por los mejores profesores de la Academia de San Fernando, y con los demás adornos correspondientes, para que en todas sus partes tenga esta edición la perfección posible». […]

Para lo material de la empresa se mandó fabricar en Cataluña a José Florens «papel de hilo especial, suave y apacible a la vista y dócil al tacto» [Cotarelo]; «se fundieron nuevas varias clases de tipos de letra muy clara, gallarda y adecuada al tamaño del libro, que es en 4º mayor y consta de cuatro volúmenes.

(«Noticias y loas de algunos libros impresos por Ibarra» en El Maestro Ibarra : Homenaje que la Casa Gans, al celebrar sus Bodas de oro, dedica, al gran impresor Joaquín Ibarra .- Madrid : Richard Gans, [1931] p. 53-54).

 

Post tenebras spero lucem

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Grabados del ejemplar BU 11055 «Historiae naturalis de avibus libri VI«

El halcón, símbolo solar y de elevación espiritual, es el protagonista de la marca (lo que hoy llamaríamos logo) de muchos impresores. La caperuza o capucha con que se utiliza para domesticarlos representa la esperanza de la luz para el que vive en tinieblas. El diccionario de los símbolos de Chevalier & Gheerbrant, dice que este animal es «la imagen de los prisioneros, del fervor espiritual obstruido, de la ocultación de la verdad».

En varias marcas de impresor aparece acompañada con la divisa: «Post tenebras spero lucem» (Espero la luz después de la oscuridad), tomada de algunas de las versiones latinas de Libro de Job:

Biblia sacra qui in hac editione a theologis Lovaniensibus praestitum sit, eorum praefatio indicat .- Antuerpiae : Ex officina Christophori Plantini, 1583 (U/Bc 00877-879)

En otras versiones (y de ellas las traducciones en lenguas modernas) el versículo se interpreta de un modo más prosaico: «Noctem verterunt in diem; et rursum post tenebras properat lux» (Job 17:12). Detalle de no poca importancia, si tenemos en cuenta la difusión del versículo asociado a la propaganda religiosa. No debemos olvidar que – en buena medida – el origen de la Reforma se abre con los debates filológicos de los humanistas, cuya figura más conocida es Erasmo; y con la problemática de la divulgación de los textos más correctos – que entraban en contradicción con la tradición y la doctrina – en las ediciones de la Biblia a gran escala pensadas para la imprenta.

Del libro de Job a la marca del impresor cervantino Juan de la Cuesta, pasando por Ginebra, el motto es humanístico, hermético y lema de la reforma en su vertiente calvinista. Se trata de uno de los grandes emblemas del saber humanístico, de la mundaneidad curiosa y de la inteligencia esotérica. Junto con el Fénix de alas abiertas al sol, renaciente, que resurge, y simboliza la resurrección, la vida nueva, el renacimiento, la aurora del nuevo día. Hay pocos emblemas y alegorías que tan bien signifiquen la esperanza, el anhelo de una mudanza a mejor, el final de una época de tribulaciones, persecuciones, injusticias o contrición. La esperanza de luz que consuela a quien anda en tinieblas.

Juan de la Cuesta, que ya había estado asentado en Valladolid en 1567, utilizó esta marca, entre otras, para la edición de las dos partes del Quijote. Y fue así porque se casó con María Quiñones, hija del impresor Pedro Madrigal, que utilizaba este sello y que de la Cuesta mantuvo al pasar a regentar la imprenta (hoy Sociedad Cervantina) situada en la calle Atocha. Parece que a su vez, Madrigal reutilizó materiales como el sello del taller salmantino de Adrián Ghemart, del que eliminó las iniciales A. G. y añadió un león dormido.

Marca de impresor de Madrigal, tomada de Ghemart (U/Bc BU 06539)
Marca de impresor de Juan de la Cuesta, tomada de Madrigal (U/Bc BU 09632)

Otros impresores que utilizaron esta misma simbología fueron Jan Mommaert, Juan Soler, Juan Gracián, Juan de Rueda o Jerónimo Morillo.

Marca de impresor de Jerónimo Murillo (U/Bc BU 02239)
Lema usado a modo de colofón en el ejemplar BU 09467 «Idea principis christiano-politici centum symbolis expressa» de Saavedra Fajardo

Recuerden pues, que  «Post tenebras spero lucem» , es decir, “Siempre que llueve escampa”, dicho de otra manera “No hay mal que cien años dure” o “Amanece que no es poco”.

El liber chronicarum en Tiempos Modernos

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Hoy se inaugura en el Museo Nacional de Escultura, la exposición Tiempos modernos, que busca acercar a los visitantes un período en la historia de la cultura occidental de especial ebullición, donde las fronteras entre los diferentes reinos y territorios europeos parecían disolverse cuando se trataba del intercambio de influencias culturales en los más diversos ámbitos, desde las artes plásticas hasta el mundo de las letras o del pensamiento de la época. Un intercambio que iba más allá de las propias ideas y que también se materializaba en la circulación de obras, artistas, modelos y de una abundante literatura y tratadística de las artes.

Óleo sobre tabla y grisalla de María Magdalena, por Juan de Flandes.

En la muestra se explora de forma crítica la importación de objetos y obras de arte, la afluencia de artistas extranjeros en las Coronas de Castilla y Aragón, la formación de artistas españoles en otros ámbitos culturales europeos y, en definitiva, la generación de modelos y fórmulas artísticas nuevas, que favorecieron la implantación de un Renacimiento pleno en el arte español. Se ofrece así una panorámica transversal en la que destaca el papel del arte como elemento motivador de vínculos y relaciones humanas.

El “Liber chronicarum” de Schedel, incunable 14 de la Biblioteca Histórica de Santa Cruz, compartirá espacio con obras de, entre otros, Felipe Bigarny, Gil de Siloé, Pedro Machuca, Juan de Juni y con el retablista, escultor y maestro del Palacio de Santa Cruz Alejo de Vahía, como representación de las creaciones artísticas de una época fascinante.

Liber chronicarum de Schedel. Nuremberg, 1493

La obra expuesta es la primera edición impresa en julio de 1493 en el taller de Koberger. Las letras góticas, talladas en planchas de madera en vez de tipos móviles, son acompañadas por unas 1800 ilustraciones que lo convierten en el libro más profusamente ilustrado del siglo XV. El autor divide la historia de la Humanidad en siete edades basándose en el relato bíblico y la visión de la época. Está disponible en acceso abierto a través del repositorio documental UVaDoc: http://uvadoc.uva.es/handle/10324/17080

«Tiempos Modernos» puede visitarse del 12 de diciembre al 17 de marzo en la Sede del Palacio de Villena del Museo Nacional de Escultura de Valladolid.

El incunable abre el recorrido expositivo

Omnia mea mecum porto

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Grabado calcográfico, marca del impresor Nicolas Buon, 1616. U/Bc BU 3603

El estudio de las marcas tipográficas y de impresores es una fuente constante de sorpresa y novedades, que no solo sirve para determinar orígenes, procedencias, transmisión de talleres, reutilización de maquinaria, aprovechamiento de grabados, cajas de tipos, diseños o fijar dataciones. En muchos casos, cuando se combina con el estudio simbólico y con la emblemática, se descubre también un mensaje, una narrativa, no pocas veces alegórica y siempre declarativa de proyectos, intenciones o motivos.

En la marca de Gabriel y de Nicolas Buon (entre otros), libreros impresores parisinos y de su Universidad, se repite con variaciones el motivo de un hombre barbudo, vestido a la griega o romana, que huye de una ciudad en llamas. Alrededor del hombre, otros huyen. Pero lejos del plano principal y abrumados por llevar cargas y objetos.

En la banda que rodea la escena se lee: «Omnia mea mecum porto». En la parte inferior figura el monograma del librero impresor y alrededor se traza una orla con motivos vegetales, faunos y querubines.

El grabado representa la escena histórico-legendaria de la caída y evacuación de la ciudad griega de Priene. Cuando el enemigo entraba ya a saquear la ciudad. Historia que recogen entre otros, Sátiro de Calatis , Diógenes Laercio, o Cicerón en sus Paradoxos:

“Nec non saepe laudabo sapientem illum, Biantem, ut opinor, qui numeratur in septem; cuius quom patriam Prienam cepisset hostis ceterique ita fugerent, ut multa de suis rebus asportarent, cum esset admonitus a quodam, ut idem ipse faceret, ‘Ego vero’, inquit, ‘facio; nam omnia bona mea mecum porto.’ (Cícero: Paradoxo 1, 1, 8 )

ΒΙΑΣ ΠΡΗΝΕΥΣ. Mármol, Copia romana de un original griego. Villa Cassius (Tivoli), excavada 1774. Museo Pio Clementino (Wiki)

Bias de Priene, a quien se define como el más astuto entre los Siete sabios de Grecia, respondió a sus convecinos extrañados por la ausencia de equipaje en hombre de tanta riqueza. El sabio, famoso como abogado y hombre práctico, se presentó a la evacuación con su ropa de viaje e indicando que no necesitaba más.

«Omnia mea mecum porto» [todo lo mío lo llevo conmigo], expresa un ideal filosófico de rechazo a los bienes materiales. En las versiones de la marca el hombre parece llevar en su mano o proteger, justo debajo de su túnica, un rollo de pergamino, o un libro. Probablemente su obra, su pensamiento. Parecidas historias se pueden encontrar en varias versiones, tanto en el mundo grecolatino, como en el folklore de la India o incluso más hacia Oriente.

Levemente diferente o con matices, porque se sitúa en un naufragio, o después de un cataclismo, pero siempre la conclusión es la misma: todos intentan cargar con propiedades y tesoros o lamentan sus pérdidas, excepto el sabio, capaz de evaluar rápida y juiciosamente lo fundamental y por tanto capaz, mientras haya vida, de empezar una y otra vez.

Vidas y peripecias, del libro, del pensamiento, de las gentes del libro, las bibliotecas, la educación y la imprenta, en un mundo de persecuciones, censuras, exilios y guerras como continuum civilizatorio. Destrucciones de ciudades, saqueos, incendios, deportaciones, expulsiones, refugiados por cientos huyendo, con poco o lo puesto, de la masacre, de los conflictos y de la guerra.

Es difícil pensar en continuar o empezar de nuevo en escenarios de barbarie y destrucción. Nos quedamos, tantas veces, sin palabras ante la realidad. Pero en las bibliotecas sabemos que los libros son y han sido siempre un consuelo, un refugio, una esperanza.

 

El significado real de la restauración: reflexiones y descripción de un proceso de intervención

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Con motivo de la intervención en el ejemplar U/BC 12670 nos gustaría compartir algunas ideas y reflexiones habituales del día a día del trabajo de restauración.

U/BC 12670 Diario pinciano: histórico, literario, legal, político y económico .- [Valladolid: s.n.]: 1787 (Digitalizado UVADOC)

No pretendemos describir un proceso de restauración sin más, ni escribir un informe técnico, con estructura y léxico técnico. Lo que quisiéramos es plasmar la complejidad que entrañan algunos tratamientos de restauración, las decisiones constantes que deben tomarse y las cuestiones que deben tenerse en consideración cuando se aborda un proceso de intervención. A veces ocurre que, como profesionales, se tiene claro el proyecto: orden de los pasos a seguir, materiales, elementos históricos que considerar, estructuras del libro a tener en cuenta… Pero en muchas ocasiones esos proyectos deben ser modificados durante el proceso, debido a distintos factores que son visibles únicamente durante el desarrollo de la intervención.

La restauración de este libro de estructura aparentemente sencilla y materiales humildes, supuso un reto profesional. A veces, en esta profesión ocurre que un tratamiento sencillo a simple vista, se convierte en una cuestión algo más dificultosa en el momento en que se inicia la intervención o cuando se procede al desmontaje de alguna parte del libro para poder acceder a estructuras internas de la encuadernación y así poder trabajar en ellas. Y una vez ha finalizado la intervención, precisamente en estos casos que entrañan cierta incógnita o complejidad, parece que la decisión tomada era evidente, lógica, sencilla e incluso indudable.

Criterios

Cualquiera que sea la decisión tomada, todas las acciones (profesionales) de conservación y restauración deben estar basadas en unos criterios mínimos establecidos: conductas éticas que se fundamentan en leyes y normativas vigentes. Si no fuera así, podríamos hablar de “reparaciones” llevadas a cabo con buena voluntad o relativas a otras profesiones que tienen algún punto de conexión con la restauración, ya que pueden utilizar algunos instrumentos parecidos, pero que para su desarrollo no se tienen en cuenta los siguientes criterios que sí son esenciales en la restauración:

– Priorizar la conservación preventiva, esto es, mejorar las condiciones ambientales del lugar donde se custodia el libro para que estas no sean las causantes de su deterioro o lo propicien.

– Realizar la mínima intervención posible para garantizar su estabilidad tanto en la manipulación para la consulta o exhibición, como en el almacenaje.

– Facilitar la legibilidad de la intervención realizada, es decir, que la interpretación de la restauración sea fácilmente discernible, por ejemplo, a través de un intencionado contraste de tonos. Se debe evitar, en definitiva, la falsificación histórica: restaurar no significa dejar el libro como si fuera nuevo.

– Emplear materiales que sean reversibles. A veces esta cuestión no es posible completamente, pero es de suma importancia y por tanto debe ser tenida en cuenta tanto como sea posible.

– Garantizar la estabilidad de los materiales empleados. Para ello se debe conocer su composición, así como su afinidad con los distintos materiales originales y de qué manera pueden interactuar (a corto y largo plazo) con el resto de materiales utilizados en la restauración, así como con los que constituyen el libro: costuras, cubiertas, cabezadas, broches, madera, papel, pigmentos, tintas, pergamino, piel, adhesivos, etc.

Proceso de restauración

Cada intervención exige un tratamiento personalizado porque cada libro tiene unas particularidades en cuanto a materiales empleados y estructura. Teniendo esta cuestión en cuenta, se tomaron algunas fotografías del estado de conservación inicial.

Para poder acceder al enlomado original y corregir el estado de cristalización del adhesivo de origen animal, la rigidez y deformación que presentaba, se desmontaron los nervios y núcleos de cabezadas de la tapa anterior, ya que la tapa trasera estaba suelta y los nervios fragmentados. La idea principal era haber alargado los nervios fragmentados para poder unir de nuevo el cuerpo del libro a la cubierta que se hallaba suelta.

Pero el proyecto tuvo que ser modificado tras observar una serie de datos:  el lomo de la encuadernación era más ancho que el cuerpo del libro. Además, el hecho de tener los nervios tan nítidamente fragmentados y carecer de restos de fibras, nos indicaba que faltaba parte del cuerpo del libro.

El resto de alteraciones que necesitaban intervención fueron abordadas de manera habitual. En primer lugar, se retiró el adhesivo cristalizado del lomo, para poder devolverle la flexibilidad perdida y permitir la apertura natural de los cuadernillos.

Se realizó una limpieza mecánica en zonas puntuales de los primeros cuadernillos del cuerpo del libro, uniendo desgarros e injertando las pérdidas de soporte que pudieran comprometer la correcta manipulación del libro. En restauración, se emplean papeles de muy poco gramaje para unir desgarros, para lograr la máxima transparencia y evitar opacidad que pueda perjudicar la lectura del texto. Y en los injertos, se debe tener en cuenta la similitud de ciertas características como los gramajes entre el papel original y el empleado para el injerto, así como su dirección y longitud de fibra, tonalidad o verjura. Además, es muy importante utilizar un adhesivo de base acuosa y de características afines al papel, que sea fácilmente reversible y, ante todo, que evite generar nuevas tensiones y deformaciones tanto en el soporte original como en el injerto.

En cuanto a la cubierta de pergamino, se optó por aplicar limpieza mecánica y química, pero no con la intención de eliminar su pátina natural ya que esto no formaría parte de una intervención mínima, sino de eliminar los restos de grasa procedente de las manos y de su consulta descuidada y reiterada, así como la posterior suciedad (polvo, etc.) adherida a la grasa. Por tanto, la pátina se respetó y el texto manuscrito presente en el lomo recuperó nitidez y contraste tras ambos procedimientos.

Antes de aplicar cualquier producto o iniciar ciertos tratamientos que puedan poner en peligro tintas, pigmentos o los distintos materiales que actúan de soporte, deben llevarse a cabo una serie de pruebas para cerciorarnos de que las intervenciones que se pretenden realizar son inocuas para el original (en todos los materiales que forman el libro) y asegurarnos de que la decisión que tomemos será adecuada y efectiva. Asimismo, se unió un desgarro e injertó una pérdida de soporte en el extremo superior del lomo de pergamino, utilizando pergamino natural. En este caso, la reintegración aseguraba la solidez de la estructura del libro y permitía su manipulación evitando el riesgo de que siguiera deteriorándose la cubierta en esa zona a causa de la falta de materia. Finalmente, y solo en la zona del injerto, se hizo una reintegración cromática, empleando materiales reversibles e inocuos.

La costura de las cabezadas estaba aflojada y sus núcleos estaban prácticamente sueltos. Se consolidó la costura, devolviendo el hilo original al lugar correcto y empleando hilo de cáñamo nuevo en las zonas donde era necesario reforzar los anclajes para proporcionar solidez a la unión de los cuadernillos y una adecuada sujeción a la cubierta.

Se realizó un enlomado de conservación, empleando materiales que por su propia composición no van a generar tensiones en el futuro y, por tanto, garantizan la correcta flexibilidad y manipulación del libro. El propio enlomado también ayuda a reforzar la unión del cuerpo del libro con la encuadernación, de manera que disminuye y equilibra la tensión que ejerce el anclaje del nervio con la tapa.

Los nervios que sujetaban la encuadernación por la tapa delantera fueron injertados y alargados para poder cumplir su función, utilizando material de idénticas características a los restos de los originales.

Una vez finalizados los procesos de intervención, del cuerpo del libro y de la cubierta de pergamino y tapas de papelote, se unieron nuevamente todas las partes y se reforzó el cajo delantero por la cara interna. Las guardas fueron injertadas y los desgarros unidos, con papel japonés y éter de celulosa (Metilcelulosa).

Por último, el reto que planteaba la situación de esta encuadernación, con una cubierta de lomo más ancho que el cuerpo del libro (han desaparecido, al final, cuadernillos), se solucionó elaborando una estructura con las medidas del volumen de la parte del cuerpo del libro que faltaba. Para ello, se utilizó material de conservación, ligero, inocuo y fácilmente extraíble, de manera que cualquier persona que se dedique a la investigación y quiera comprobar aspectos de la estructura interna de este libro, pueda hacerlo de manera sencilla.

A su vez, la incorporación de esta pieza permite que el libro se pueda cerrar con sus broches originales y que se mantenga erguido en la estantería y que los libros contiguos no lo deformen o hundan por presión su cubierta.

Conclusiones

El objetivo de esta intervención fue devolver la estabilidad al libro, respetando las características y estructuras que presenta en la actualidad, considerando las partes incompletas y dando valor a su imperfección o singularidad, sin alterar estas características.

El jardín de Cicerón

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Borges imaginó “que el paraíso sería algún tipo de Biblioteca”. Y quién no lo ha pensado cuando, paseando frente a una estantería, ha detenido el paso y un libro le ha abierto las puertas de campos desconocidos hasta entonces.

Grabado del ejemplar BU 10341 «Historia de la vida de Marco Tulio Cicerón«

Por otra parte Cicerón dijo: “Si hortum in bibliotheca habes, nihil deerit” (M. T. Cicero Epistolarum familiarium liber. Nonus M.T.C Varroni S.D. [4]). La traducción que ha llegado a nuestros días es «Si tienes un jardín y una biblioteca, tienes todo lo que necesitas».

Texto del incunable U/Bc IyR 189

Los tiempos cambian y con ellos las tecnologías, pero la materia prima de la biblioteca continúa siendo la misma: ideas traducidas en palabras manuscritas o impresas sobre papel o transmitidas electrónicamente a través de ceros y unos.

De forma física o digital, en la Universidad las bibliotecas sirven a los objetivos de docencia, enseñanza, investigación, creación de nuevo conocimiento y transmisión del mismo. Thompson y Carr utilizaban la metáfora del corazón como órgano central que alimenta y da oxígeno a todos los miembros de un cuerpo.

A través del catálogo Almena de la BUVa, sin salir de casa, podemos acceder a una amplia colección de libros, revistas electrónicas y bases de datos que han sido seleccionadas aplicando criterios de calidad, materia, especificidad y, desgraciadamente, precio.

Marca de impresor utilizada por Jean Boudot y Étienne Martin. Ejemplar U/Bc BU 06919.

La escritora y periodista Caitlin Moran dice que «Una biblioteca en medio de una comunidad es un cruce entre una salida de emergencia, una balsa salvavidas y un festival. Son catedrales de la mente; hospitales del alma; parques temáticos de la imaginación. En una isla fría y lluviosa, son los únicos espacios públicos protegidos donde no eres un consumidor, sino un ciudadano»

Y es que las bibliotecas como lugar, como continentes de ideas, son también garantes de un espacio de paz, silencio y quietud para la reflexión. Esto no es un tema menor en una época en que las aplicaciones de móvil y las plataformas de streaming compiten por captar nuestra atención.

El ritual de atravesar una puerta que da acceso a un espacio de silencio y paz favorece la puesta en situación, la ruptura con la dispersión mental y la concentración para una mejor reflexión. Esto hace que las bibliotecas sigan siendo necesarias, continente y contenido, en un mundo cada vez más saturado de ruido y, lo que es lo mismo, exceso de información.

Sala de investigadores de la Biblioteca Histórica de Santa Cruz

Cuenta la leyenda que Ray Bradbury, el autor de Fahrenheit 451, escribió en una papeleta de préstamo la frase: «Sin bibliotecas, ¿que nos quedaría? No tendríamos pasado ni futuro.» Esa es también parte de la trama de “1984” de George Orwell, donde relata que la caza y destrucción de libros se había llevado a cabo de forma tan efectiva que “era casi imposible que existiera en toda Oceanía un ejemplar de un libro impreso antes de 1960”. En esta distopía se establecían listas de libros y periódicos que debían ser “repasados” de manera que los originales se destruían en hornos y solo se guardaban los corregidos.

Pues bien, otra de las misiones de las bibliotecas es precisamente conservar la información en sus diferentes soportes y presentaciones para que generaciones futuras puedan disfrutar de ella y recrear tiempos pretéritos (y futuros).

Busquen su jardín y cultiven/se.

El fuego de la conciencia. 25 años de «El Hereje» de Delibes

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Ayer se inauguró en la sede de las Cortes de Castilla y León la exposición «El fuego de la conciencia. 25 años de El Hereje de Delibes».

Con el objetivo de conmemorar el veinticinco aniversario de la publicación de «El Hereje», última obra de Miguel Delibes, la Fundación Castilla y León y la Fundación Miguel Delibes organizan esta muestra para destacar la importancia de la novela como defensa de la libertad de conciencia, el conocimiento y la lectura.

La exposición se estructura en torno a una perspectiva histórica sobre el reino de Castilla en el siglo XVI y, adicionalmente, hace una reflexión sobre la influencia del pensamiento de Lutero y Erasmo de Rotterdam en la transformación de la sociedad europea.

La Biblioteca Histórica de Santa Cruz participa con dos ejemplares: “Adagorium opus […]” un Erasmo de Rotterdam de 1528 y una “Recopilación de las ordenancas de la Real Audiencia y Chancillería de su Magestad, que reside en la villa de Valladolid” impreso en la ciudad en 1566.

Recopilación de las ordenanças de la Real Audiencia y Chancillería… Valladolid: Imp. de Francisco Fernández de Córdoba, 1566. Signatura: U/Bc 12492

En la muestra confluyen más de 100 piezas  (documentos, libros, mapas, esculturas, obras artísticas y objetos de época) de un total de 40 instituciones como el Museo de Escultura, el Museo Arqueológico Nacional o el Museo del Prado. Puede visitarse hasta el 17 de febrero de 2024 en horario de 11 a 19 horas.

El Duelo de Carabanchel (1870)

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En la Serie denominada “Legajos” custodiamos en nuestra biblioteca un conjunto formado por cerca de 5.000 documentos de tamaño y formato variado (hojas sueltas, anuncios, folletos, panfletos, conferencias, pequeños libros en rústica) en la que podemos encontrar información de todo tipo: las cuentas de la universidad en el siglo XVIII, un folleto de las ferias de nuestra ciudad del año 1906, o la construcción del ferrocarril en el salvaje oeste. Variedad y disparidad que recogen documentos con informaciones, noticias e historias curiosas.

EL U/Bc LEG 18-1 nº 1452 es un trozo de nuestra historia. Una historia que pudo haber sido de otra manera y que podría haber cambiado nuestro presente tal y como lo conocemos. O no. Nunca sabremos.

Un duelo, conocido como el Duelo de Carabanchel (12 de marzo de 1870) entre el pretendiente al trono y cuñado de la reina Isabel II Antonio de Orleans, Duque de Montpesier y Enrique de Borbón, Duque de Sevilla y también aspirante al trono.

Dibujo de Tomás Padró (1840-1877) Grabado de Tomás Carlos Capuz (1834-1899) en Antonio Bermejo, Ildefonso (1876) Historia de la interindad y guerra civil de España desde 1868, 1, p. 907, Dominio público

El Duque de Montpesier soñó con ser rey de España y se vio casado con Isabel II. Pero ahí estaban los intereses internacionales e Inglaterra para impedirlo, recelosos de una alianza con Francia. Se casó con la hermana pequeña de la reina, Luisa Fernanda de Borbón, convencido de así poder llegar al trono español, pensando que el matrimonio de Isabel II con Francisco de Asís era una farsa y que de esa relación nunca saldría un heredero. Qué equivocado estaba. No en la farsa, sino en lo de los herederos. Como de esta manera no pudo conseguirlo, se dedicó a conspirar, financiando campañas contra Isabel, lo que le llevó al exilio en Portugal. Pero cuando Isabel fue depuesta, en 1868, volvió otra vez con ínfulas de monarca.

El otro personaje de nuestra historia también era pretendiente al trono español. Con unas ideas mucho más liberales. No dudó en firmar un manifiesto, bastante injurioso, contra el de Montpesier (las malas lenguas decían que Isabel II estaba detrás de este manifiesto si bien nunca se pudo demostrar y otras, igual de malas o peores, que fue un artículo ideado por los republicanos). La consecuencia de todo esto es que se ganó un merecido “reto a duelo”.

[imagen en: Historia ilustrada de la Revolución española (1870-1931), Tomo 1 .- Barcelona. Gustavo Gil, 1931 p.24]

El caso es que el honor era sagrado. No les preocupaba matarse entre ellos ni venderse al mejor postor, pero ¡ay el honor! Así que, que mejor manera tenían los caballeros, por llamarlos de alguna manera, de aquella época, de resolver sus conflictos. Exacto. Duelo a muerte. O a sangre, como el que aquí nos ocupa. Eligieron pistolas, pistolas que nunca con anterioridad hubieran sido utilizadas y que sus padrinos fueron los encargados de adquirir.

Dispararon a turnos. El primero Montpesier que falló. Luego el de Sevilla. También falló. Podría haber quedado en unas muy honrosas tablas, y el honor de ambos caballeros quedaba a salvo. Pero estos tenían que seguir hasta que hubiera sangre. Y la hubo. El tercer disparo correspondía a Montpesier. Y esta vez atinó, acertando en toda la sien, causando la muerte al de Sevilla. Gran error. El Duque de Sevilla no era un cualquiera, sino que era el hermano de Francisco de Asís, marido de Isabel II.

[imagen en: Historia ilustrada de la Revolución española (1870-1931), Tomo 1 .– Barcelona. Gustavo Gil, 1931 p.24]

La importancia del finado y el duelo creó tal conmoción por toda España y Europa que al ganador se le formó consejo de guerra. Pero ya sabemos cómo son las cosas de los poderosos. Se determinó que la muerte fue accidental, el de Sevilla pasaba por allí, y sólo se le condenó a un mes de arresto.

Y en vez de dar las gracias por que su “accidente” no hubiera ido a más, siguió postulando al trono español, aunque nunca lo consiguió.
Su última oportunidad, o eso parecía, fue el casar a su hija, María de las Mercedes con Alfonso XII. El no sería rey de España, pero su hija sería reina consorte y sus nietos los herederos. Pensaría que el que la sigue, la consigue. Pero no le salió mal, sino fatal.

Por desgracia, su hija falleció a los seis meses de su matrimonio con Alfonso XII y por supuesto, sin herederos. Intentó que Alfonso se casara con su hija pequeña, pero este pasó. Lo que sí que consiguió fue casar a su hijo Antonio de Orleans con la hija pequeña de Isabel II, Eulalia. Matrimonio que acabó en divorcio, el primero en una familia real.
Viendo que no conseguía nada, los últimos años de su vida se los pasó más interesado en los acontecimientos políticos de Francia que en seguir conspirando, alejándose cada vez más de la política.
Murió en 1890 con 65 años, la mayor parte de ellos metido en conspiraciones. Y fue enterrado en el Monasterio de El Escorial en el panteón de los Infantes.

En este contexto de agitación política y zozobra por las constantes vacilaciones gubernamentales, las conspiraciones, las diversas presiones internacionales y los anuncios de los posibles candidatos y aspirantes al trono de diferentes ideologías, sin excluir la posibilidad republicana, aparece nuestro legajo.

Se trata de una hoja de aviso, con carácter panfletario, impresa en Valladolid en la Imprenta de Rojas con fecha manuscrita de 12 de marzo de 1870, que dice reproducir una «Última hora» del periódico progresista madrileño “La Discusión” y que da testimonio del momento político.

El famoso duelo fue descrito por Benito Pérez Galdós en sus Episodios nacionales. (España trágica .- Madrid, 1909, cap IX):

Disparó el Infante, disparó luego Montpensier, y ambos quedaron ilesos. Los padrinos cargaron de nuevo las pistolas y discutieron, probablemente sobre la supresión del avance después de cada doble disparo… «La función es harto pesada -dijo Vicente-; los actos brevísimos, los entreactos interminables. A ver, guapos mozos, tiren otra vez, y hagan el favor de hacer blanco». Y Bravo opinó que el lance llevaba trazas de inofensividad estudiada o fortuita, para concluir sin víctima y sin vencedor, con el solo triunfo del honor en el concepto condecorativo y de social etiqueta… Al disparar los rivales por segunda vez, acudieron los padrinos al Infante, creyéndole herido. Sin duda no fue nada, porque se procedió a cargar nuevamente. «Esto va para largo», dijo Bravo. Y Halconero: «A la tercera va la vencida. Veo la Fatalidad arrugando el ceño…». Y el otro: «Yo veo en su boca una muequecilla conciliadora. Desengáñate. Habrá vida y honor para todos». Por un rato de duración inapreciable, siguieron comentando el lance prolijo, y cuando sus palabras pasaban resueltamente del tono serio y expectante al de las bromas, oyeron el tercer disparo del Borbón… y al sonar el de Montpensier, ¡ay! vieron a don Enrique girar con rápido quiebro y voltereta, y caer de un lado… Al rebotar en el suelo, quedó el cuerpo en posición supina.

Con excepción del caballero de Orleans, que impávido, tal vez temeroso, permanecía en su puesto, todos acudieron a examinar al caballero caído… Los amigos intrusos, espoleados por su curiosidad ardiente, metiéronse en el vedado del Juicio de Dios. Si un instante dudaron, pronto les decidió el ver que de la otra parte violaban la clausura diferentes personas, algunas en traje militar. Algo sucedía de gravedad suma. Cuando llegaron al grupo, destacose de él Santamaría, y en su rostro moruno vieron los dos amigos la emoción trágica. «¿Herido el Infante?» murmuró Bravo. Y el levantino respondió que si no estaba muerto, poco le faltaba… Acercose Bravo codeando; mas de tal modo se apiñaban sobre el caído los ansiosos de examinarle, que sólo pudo ver el cuerpo de rodillas abajo… Federico Rubio, que antes que los dos médicos del duelo había podido apreciar la herida del Infante y su respiración estertorosa, se incorporo diciendo: «No hay remedio. Está expirando».

Al propio tiempo volvió Halconero sus miradas hacia Montpensier, la contrafigura del duelo terminado, y vio que un señor, en quien pudo reconocer a Solís, secretario y padrino del Duque, le notificaba el terrible desenlace.

El de Orleans dejó caer sus lentes, que quedaron colgando de la cinta, y mientras los cristales devolvían la luz con picantes reflejos, el caballero vencedor se llevó las manos a la cabeza en ademán de desesperación, y al aire salieron de su boca palabras doloridas que oyó tan sólo el secretario. O se lamentaba cristianamente de haber matado al primer hermano de su esposa, o lloraba viendo desvanecida en humo su ilusión mayestática 2. Fue al lance tal vez con la idea de hacer ante el público sus pruebas de valentía y de honor caballeresco, guardando las vidas de ambos para un reinado de conciliación, de lavatorio en aguas jordánicas. Pero el Destino le había jugado una mala partida. Él quería comedia, y Melpómene le había cambiado los trastos. Frente a la catástrofe, Montpensier maldecía su suerte, confundiendo en su consternación los motivos políticos y los humanos. Había matado a un individuo de la Familia Real de España, hermano del Rey consorte, cuñado y primo de la Reina, tío del inocente Alfonso. Pero si la bala de Orleans quitó la vida al Infante, la bala de Borbón, perdida en el espacio, se llevó la corona de Isabel, que ya el esposo de Luisa Fernanda creía poder encasquetar en su cabeza. Con brutal humorismo, el Destino retirábase del escenario, dejando tras de sí las sílabas de su carcajada… ja, ja…